La acción estatal en la sociedad y la economía ha llegado de cierta manera a un límite. Desde la década de los sesentas comenzó a caracterizarse por el agotamiento del modelo intervencionista del Estado, ya que no resultaba eficaz para las nuevas formas de competencia abierta y ante una globalización sin precedentes, que tiene en el avance de la tecnología una de sus principales fuerzas.

Este proceso de debilitamiento, se intensifico en la década de los noventa, donde comienza a configurarse una economía mundial globalizada, caracterizada por la interdependencia e incertidumbre, cambios en el medio ambiente, recomposición de las estructuras de operación de mercados, surgimiento de estructuras oligopolicas en los mercados internacionales y el nuevo sistema de comercio internacional, entre otras.

La composición del Estado mexicano ante esta realidad mundial en su forma de Estado de bienestar, ya no es funcional para la sociedad moderna, ya que su estructura se ha alterado de manera sustancial. En ella se han realizado cambios que modificaron su modo y condiciones de vida, lo que genero el cambio de chimeneas para dar paso a la revolución tecnológica en todas las áreas.

En consecuencia, la crisis del Estado proviene de manera general, de no haberse adaptado a un mundo que se ha vuelto totalmente distinto. Actualmente, ante la crisis de la sociedad contemporánea, el Estado se encuentra ante otras realidades; su actividad protagónica, omnipresente y deficitaria ha llegado al límite. Las realidades que el Estado esta enfrentando no le son propicias para continuar utilizando recursos públicos sin límite, ni para continuar con la acumulación de deficiencias tanto organizativas como funcionales.

Ante este panorama, debe ser prioridad para el Estado el reconsiderar y reestructurar sus políticas públicas, inyectar sangre nueva a su planta administrativa, disminuir su interferencia y delegar funciones. En este orden de ideas, el Estado tiene que revitalizar a la sociedad devolviéndole lo que ésta es capaz de hacer.

En la actualidad a nivel mundial existe una tendencia en el que se considera al espacio público, como la piedra angular y democrática para las nuevas relaciones entre el Estado y la sociedad. El concepto de sociedades no activas y Estados absolutos no son adecuados, como lo mencionamos anteriormente, este tipo de modelos ya agotaron su efectividad.

Ahora, la vida pública se ve obligada a retomar la posición de ser el generador de la sociedad; las nuevas obligaciones y atribuciones del Estado en materia de regulación, fomento y promoción, deben de enfocarse a lo productivo y eficaz.

Devolverle a la sociedad tareas e iniciativas que le corresponden, significa revitalizarla en su totalidad, propiciando que todas las partes que la integran asuman el compromiso de ser promotoras de la acción social, fomentando así la vida democrática de la sociedad.

El proceso electoral que esta viviendo Tlaxcala, representa desde un punto de vista, el escrutinio al que será sometido la eficiencia del Estado, por lo que es importante que la sociedad participe el día de la jornada electoral, así mismo, es una oportunidad que la sociedad tiene para volverse activa, votando por aquellas propuestas que garanticen su participación y respeten sus derechos como ciudadanos.

Si el deseo de la ciudadanía es el de tener un desarrollo sustentable, debe de analizar las propuestas y decidirse por las que le aseguren: el respeto a sus garantías individuales, el fortalecimiento y fomento a la educación y cultura, un medio ambiente sano, alternativas de desarrollo y crecimiento, la distribución equitativa de la riqueza, participación en la vida pública, imparcialidad en la aplicación de la justicia, entre otras que contribuyan al desarrollo del Estado.

La sociedad tiene en su derecho al voto, el poder para recuperar los espacios públicos y de convertirse en una sociedad activa y participativa que toma decisiones en beneficio de sociedad misma, contribuyendo así, a la vida democrática de nuestra entidad.