Con la venia de la Presidencia, compañeras y compañeros Diputados,
Durante seis años, la oposición criticó al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador de ser radical, sin saber siquiera a ciencia cierta, el significado real de sus descalificaciones. Sí, se está transformando al país entero desde su propia raíz. Con el firme respaldo del pueblo de México, que se patenta en esta representatividad, hemos dado paso a la configuración de un nuevo orden político, económico y social, más justo y equitativo.
La revolución de las conciencias de la Cuarta Transformación, nos obliga a llevar a cabo la reforma más trascendental del sistema de impartición de justicia en los últimos 30 años. Por esa razón, la oligarquía del poder se ha puesto tan nerviosa. Lo que el pueblo de México debe saber es que la máxima de esta reforma es que "la justicia sea del pueblo y para el pueblo".
Y sí, la reforma constitucional que estamos discutiendo contempla diversos cambios. Ciertamente, algunos son muy especializados, pero quizás el más importante de todos es, sin lugar a duda, la elección popular de los jueces. Hay quienes señalan que este cambio es inviable, porque pondría en riesgo nuestro sistema de impartición de justicia.
Les recuerdo que decían lo mismo del incremento al salario mínimo. Ellos decían que era imposible, porque tendría un efecto inflacionario inmediato y que afectaría la economía nacional. En 2018, un trabajador ganaba al día 88 pesos, hoy lo mínimo que puede recibir por su trabajo son 248 pesos diarios. Esto significa que hubo un incremento de 180% del valor real del salario mínimo y la economía nacional no se ha visto afectada como tanto auguraban los conservadores.
Éste es el ejemplo más claro de que lo que parece imposible, ¡sí tiene alternativas!, cuando la Cuarta Transformación se lo propone, históricamente, México ha sido promotor de nuevas figuras jurídicas a nivel mundial.
No podemos olvidar, por ejemplo, que la Carta Magna de 1917 fue la primera Constitución social del mundo por que dio la más amplia protección a las garantías individuales y a los derechos sociales. Por ello hoy tenemos la oportunidad histórica de rediseñar nuestra institución judicial acercándola más al pueblo.
El principal propósito de la reforma al Poder Judicial es dar un valor auténtico al Estado de derecho, haciendo al pueblo partícipe de la elección de quienes impartirán justicia en el país.
En la actualidad no hay representatividad del Poder Judicial en la democracia mexicana. El sistema de impartición de justica mexicano, durante los gobiernos neoliberales, fue construido desde una visión elitista que separa a los jueces de los ciudadanos.
Hay quienes argumentan que esta reforma busca neutralizar o cooptar al Poder Judicial que es, en esencia, el verdadero fiel de la balanza en los sistemas constitucionales democráticos. Todo lo cual nos conduciría a un escenario autoritario y sin freno ante las decisiones de las autoridades en turno. Sin embargo, lo que se pierde de vista es que, en esencia, no se modifican los mecanismos de control constitucional con los que cuenta el Sistema Político Mexicano, todo lo cual no pone en riesgo, en absoluto, el equilibrio de poderes ni da pie a excesos del Poder Ejecutivo sobre los demás poderes.
Por el contrario, la reforma al Poder Judicial implica el fortalecimiento de la democracia representativa y del poder popular que conlleva mayor vinculación con el pueblo y compromiso en el desempeño de la función pública.
Mientras que la legitimidad del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo radica en el voto popular de sus representantes, yo les preguntaría a todos Ustedes: ¿Dónde está hoy la legitimidad del Poder Judicial?, no es suficiente con decir que la justicia es algo tan sensible y especializado que el pueblo no tiene que elegir a quienes la imparten. Hoy no es suficiente la transparencia y la rendición de cuentas en el Poder Judicial.
Lo que realmente México necesita son jueces, magistrados y ministros que vayan al escrutinio del pueblo y sientan en sus hombros el peso del clamor popular que está sediento de justicia.
Es cuanto. Muchas gracias.